Es indiscutible que las dos urbes más grandes de España son universos paralelos. Madrid es casticismo 2.0, museos exuberantes y cultura a raudales. Por su parte, Barcelona es la metrópolis junto al mar, el modernismo y la modernidad fusionadas en una ciudad. Sin embargo, si se traza una ruta por carretera entre ambos destinos, se descubre una serie de sorpresas que hacen que el trayecto en coche se convierta en un entretenido viaje que parte de Castilla y termina junto al mar. O viceversa.

<h2>BRIHUEGA</h2>

<p>En el epicentro de la Alcarria se encuentra esta localidad con un potencial monumental de lo m&aacute;s se&ntilde;orial. <strong>Sus calles son piedra pura</strong> por la que se filtra el agua de fuentes como la de los 12 ca&ntilde;os y donde a&uacute;n resiste su vieja muralla. Su aparejo se ha utilizado para construir <strong>una de las plazas de toros m&aacute;s singulares de Espa&ntilde;a,</strong> mientras que sus iglesias rom&aacute;nicas, su plaza porticada y sus balcones al Taju&ntilde;a est&aacute;n hechos con este mismo corte est&eacute;tico. En lo m&aacute;s alto del pueblo reinan <strong>los jardines de la antigua Real F&aacute;brica de Pa&ntilde;os,</strong> una joya neocl&aacute;sica que recuerda que este municipio siempre estuvo muy vinculado a la industria textil debido a <strong>los campos de lavanda</strong> que lo rodean. Unas plantaciones que, en verano, hacen que esta comarca sea la aut&eacute;ntica <strong>Provenza espa&ntilde;ola.</strong></p>

BRIHUEGA

En el epicentro de la Alcarria se encuentra esta localidad con un potencial monumental de lo más señorial. Sus calles son piedra pura por la que se filtra el agua de fuentes como la de los 12 caños y donde aún resiste su vieja muralla. Su aparejo se ha utilizado para construir una de las plazas de toros más singulares de España, mientras que sus iglesias románicas, su plaza porticada y sus balcones al Tajuña están hechos con este mismo corte estético. En lo más alto del pueblo reinan los jardines de la antigua Real Fábrica de Paños, una joya neoclásica que recuerda que este municipio siempre estuvo muy vinculado a la industria textil debido a los campos de lavanda que lo rodean. Unas plantaciones que, en verano, hacen que esta comarca sea la auténtica Provenza española.

<h2>SIG&Uuml;ENZA</h2>

<p>Sig&uuml;enza es una de esas ciudades medievales que se han conservado con <strong>el trazado y la est&eacute;tica de &eacute;pocas anteriores. </strong>Una realidad que no disimula y que pone de manifiesto desde la Alameda hasta su portentoso castillo. En esta loma se eleva <strong>una catedral que tuvo que ser baluarte</strong> y que conserva en su interior <strong>El Doncel,</strong> probablemente la escultura g&oacute;tica m&aacute;s sobresaliente de Espa&ntilde;a. Su Plaza Mayor se debate entre los soportales y los guijarros de su suelo mientras que, calle arriba, aparecen otros puntos de inter&eacute;s imprescindibles como la Casa del Doncel o la Puerta Del Hierro. Este atrac&oacute;n visual se complementa con <strong>una <a href="https://www.iberostar.com/inspiration-guide/gastronomia/" target="_blank">oferta gastron&oacute;mica</a> muy renovadora</strong> liderada por los manteles del Restaurante N&ouml;la, La Granja&nbsp;o el m&iacute;tico Alameda Tapas Gastrobar.&nbsp;</p>

SIGÜENZA

Sigüenza es una de esas ciudades medievales que se han conservado con el trazado y la estética de épocas anteriores. Una realidad que no disimula y que pone de manifiesto desde la Alameda hasta su portentoso castillo. En esta loma se eleva una catedral que tuvo que ser baluarte y que conserva en su interior El Doncel, probablemente la escultura gótica más sobresaliente de España. Su Plaza Mayor se debate entre los soportales y los guijarros de su suelo, mientras que, calle arriba, aparecen otros puntos de interés imprescindibles como la Casa del Doncel o la Puerta del Hierro. Este atractivo visual se complementa con una oferta gastronómica muy renovadora, liderada por los manteles del Restaurante Nöla, La Granja o el mítico Alameda Tapas Gastrobar.

<h2>MEDINACELI</h2>

<p>La bienvenida que le da la carretera A-2 a la provincia de Soria est&aacute; marcada por la estampa del <strong>arco romano que domina Medinaceli</strong>. Cruce de caminos desde hace milenios, este punto estrat&eacute;gico conserva piezas &uacute;nicas de cada una de sus eras gloriosas. De la Antig&uuml;edad guarda a&uacute;n esta ic&oacute;nica puerta cuya silueta inspir&oacute; la se&ntilde;al&eacute;tica de los monumentos en Espa&ntilde;a, as&iacute; como unos mosaicos romanos que se exhiben en el <strong>palacio Ducal</strong>. Este portentoso edificio es la punta del iceberg de una colecci&oacute;n de monumentos medievales que se completa con el Convento de las Hermanas Clarisas y la alcazaba de origen &aacute;rabe. Y todo ello aderezado con <strong>unas vistas con las que se gobiernan los campos de Soria y el cauce del r&iacute;o Jal&oacute;n.</strong></p>

MEDINACELI

La bienvenida que le da la carretera A-2 a la provincia de Soria está marcada por la estampa del arco romano que domina Medinaceli. Cruce de caminos desde hace milenios, este punto estratégico conserva piezas únicas de cada una de sus eras gloriosas. De la Antigüedad guarda aún esta icónica puerta cuya silueta inspiró la señalética de los monumentos en España, así como unos mosaicos romanos que se exhiben en el Palacio Ducal. Este portentoso edificio es la punta del iceberg de una colección de monumentos medievales que se completa con el Convento de las Hermanas Clarisas y la alcazaba de origen árabe. Y todo ello aderezado con unas vistas con las que se gobiernan los campos de Soria y el cauce del río Jalón.

<h2>SANTA MAR&Iacute;A DE HUERTA</h2>

<p>Hace nueve siglos, <strong>Santa Mar&iacute;a de Huerta</strong> se encontraba en plena frontera entre Castilla y Arag&oacute;n, en un enclave estrat&eacute;gico durante la Reconquista de la pen&iacute;nsula. Una ubicaci&oacute;n que propici&oacute; que se construyeran comunidades religiosas con el fin de asentar a los colonos y de agradecer a Dios seg&uacute;n qu&eacute; victoria. As&iacute; fue como se cre&oacute; este monasterio de la nada, levantado a orillas del Jal&oacute;n y en lo que antes era solo un paisaje despoblado. Su <strong>magnificencia cisterciense,</strong> que se demuestra, sobre todo, en el espectacular refectorio (imagen) y en la sala de los conversos consigue desviar las miradas y los GPS cuando se atraviesan estas tierras.</p>

SANTA MARÍA DE HUERTA

Hace nueve siglos, Santa María de Huerta se encontraba en plena frontera entre Castilla y Aragón, en un enclave estratégico durante la Reconquista de la península. Una ubicación que propició la construcción de comunidades religiosas con el fin de asentar a los colonos y agradecer a Dios según qué victoria. Así fue como se creó este monasterio de la nada, levantado a orillas del Jalón y en lo que antes era solo un paisaje despoblado. Su magnificencia cisterciense, que se demuestra sobre todo en el espectacular refectorio y en la sala de los conversos, consigue desviar las miradas —y los GPS— cuando se atraviesan estas tierras.

<h2>MONASTERIO DE PIEDRA</h2>

<p>Pocos lugares como este <strong>fusionan las maravillas de la naturaleza con la acci&oacute;n art&iacute;stica</strong> del ser humano. Aqu&iacute; los saltos de agua y pozas que esculpe el r&iacute;o Piedra se complementan con el recogimiento del monasterio hom&oacute;nimo, creando un binomio insuperable donde reina la paz y el asombro. Su visita exige calzado de aventurero cuando se remonta el cauce para dar con rincones m&aacute;gicos como <strong>la catarata Cola de Caballo.</strong> Pero tambi&eacute;n para entrar en sus claustros y <strong>aventurarse</strong> a recorrer <strong>las ruinas de la antigua iglesia.</strong></p>

MONASTERIO DE PIEDRA

Pocos lugares como este fusionan las maravillas de la naturaleza con la acción artística del ser humano. Aquí, los saltos de agua y pozas que esculpe el río Piedra se complementan con el recogimiento del monasterio homónimo, creando un binomio insuperable donde reinan la paz y el asombro. Su visita exige calzado de aventurero cuando se remonta el cauce para descubrir rincones mágicos como la catarata Cola de Caballo. Pero también para entrar en sus claustros y aventurarse a recorrer las ruinas de la antigua iglesia.

<h2>ALCA&Ntilde;IZ</h2>

<p>La capital del Bajo Arag&oacute;n tiene <strong>un encanto de doble filo.</strong> Por un lado, el de ser <strong>una urbe viva, en constante crecimiento,</strong> lo que se traduce en una oferta de ocio y gastronom&iacute;a muy variada. Por el otro, el de haber sido desde hace siglos un municipio con poder, lo que lo ha dotado de <strong>una densidad de monumentos por metro cuadrado muy respetable</strong>. Aunque su lista es muy extensa, una parada en condiciones en su territorio tiene que incluir, como m&iacute;nimo, un escarceo por su <strong>Plaza de Espa&ntilde;a,</strong> con <strong>su lonja g&oacute;tica</strong> y su excolegiata de Santa Mar&iacute;a la Mayor; la conquista del <strong>castillo de la Orden de Calatrava</strong> y el paseo relajado por su enrevesado casco antiguo.</p>

ALCAÑIZ

La capital del Bajo Aragón tiene un encanto de doble filo. Por un lado, el de ser una urbe viva, en constante crecimiento, lo que se traduce en una oferta de ocio y gastronomía muy variada. Por el otro, el de haber sido desde hace siglos un municipio con poder, lo que la ha dotado de una densidad de monumentos por metro cuadrado muy respetable. Aunque su lista es muy extensa, una parada en condiciones en su territorio tiene que incluir, como mínimo, un escarceo por su Plaza de España, con su lonja gótica y su excolegiata de Santa María la Mayor; la conquista del castillo de la Orden de Calatrava y el paseo relajado por su enrevesado casco antiguo.

<h2>CALACEITE</h2>

<p>Calaceite es uno de los<strong> emblemas del Matarra&ntilde;a, </strong>una de las comarcas m&aacute;s bellas y peculiares de toda Espa&ntilde;a. Su encanto est&aacute; en esa especie de exotismo rural, de estar muy cerca y a la vez muy lejos, de abrirse al turismo rural moderno mientras <strong>guarda como un tesoro su arquitectura tradicional</strong>. Este&nbsp;es precisamente su principal atractivo. Desorientarse en sus calles es viajar, literalmente, a un tiempo pasado marcado por los <strong>arcos g&oacute;ticos, las plazas porticadas y los balcones de forja.</strong> Un deambular que merece la pena experimentar con mucha atenci&oacute;n, ya que en cada esquina, en cada callej&oacute;n aparece una iglesia, un p&oacute;rtico o un recoveco inspirador.</p>

CALACEITE

Calaceite es uno de los emblemas del Matarraña, una de las comarcas más bellas y peculiares de toda España. Su encanto está en esa especie de exotismo rural, en estar muy cerca y a la vez muy lejos, en abrirse al turismo rural moderno mientras guarda como un tesoro su arquitectura tradicional. Este es precisamente su principal atractivo. Desorientarse en sus calles es viajar, literalmente, a un tiempo pasado marcado por los arcos góticos, las plazas porticadas y los balcones de forja. Un deambular que merece la pena experimentar con atención, ya que en cada esquina, en cada callejón, aparece una iglesia, un pórtico o un recoveco inspirador.

<h2>POBLET</h2>

<p>Se mire desde donde se mire, esta maravilla g&oacute;tica se eleva como <strong>el monasterio m&aacute;s bello de Espa&ntilde;a. </strong>O, al menos, de Catalu&ntilde;a. Se trata de la casa madre cisterciense, del gran cenobio hecho a imagen y semejanza de la abad&iacute;a de Fontfroide, en el sur de Francia<strong>. No hay una sala ni un muro que no est&eacute; hecho con finura y determinaci&oacute;n,</strong> como si aqu&iacute; la devoci&oacute;n se hubiera apoyado m&aacute;s que nunca en la est&eacute;tica. No obstante, puestos a elegir, la Sala Capitular y el lavatorio (imagen) son los espacios que m&aacute;s fascinan en su interior mientras que su exterior enamora por su <strong>estoicidad entre vi&ntilde;edos.</strong></p>

POBLET

Se mire desde donde se mire, esta maravilla gótica se eleva como el monasterio más bello de España. O, al menos, de Cataluña. Se trata de la casa madre cisterciense, del gran cenobio hecho a imagen y semejanza de la abadía de Fontfroide, en el sur de Francia. No hay una sala ni un muro que no esté hecho con finura y determinación, como si aquí la devoción se hubiera apoyado más que nunca en la estética. No obstante, puestos a elegir, la Sala Capitular y el lavatorio son los espacios que más fascinan en su interior, mientras que su exterior enamora por su estoicidad entre viñedos.

<h2>SITGES</h2>

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<p>Parece mentira que a 40 kil&oacute;metros de Barcelona se encuentre este pueblo tan aut&eacute;ntico y tan preciosista. <strong>En Sitges conviven los barcos con las galer&iacute;as de arte, </strong>las anchas playas con los sinuosos callejones y los chiringuitos (aqu&iacute; se encuentra el pionero de toda Espa&ntilde;a) con los palacios ecl&eacute;cticos y suntuosos. Y en esta mezcolanza est&aacute; su belleza, ya que <strong>ofrece en un mismo d&iacute;a horas de sol y de <a href="https://www.iberostar.com/inspiration-guide/turismo-cultural/" target="_blank">cultura</a>, </strong>haciendo que una escapada por sus calles sea tan estimulante como relajante.&nbsp;&nbsp;</p>
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SITGES

Parece mentira que a 40 kilómetros de Barcelona se encuentre este pueblo tan auténtico y tan preciosista. En Sitges conviven los barcos con las galerías de arte, las anchas playas con los sinuosos callejones y los chiringuitos (aquí se encuentra el pionero de toda España) con los palacios eclécticos y suntuosos. Y en esta mezcolanza está su belleza, ya que ofrece en un mismo día horas de sol y de cultura, haciendo que una escapada por sus calles sea tan estimulante como relajante.